Hace un tiempo había escrito felicitando al transporte publico de Bristol. Es mas hasta había pensado, en su momento, escribir una carta agradeciendo el servicio proporcionado por ese chofer. Sino lo hice no fue por vagancia, fue por miedo a que lo retaran por haber realizado un
estupendo trabajo.
Resulta que esta mañana tuve que tomar dos autobuses para llegar al trabajo. El primero llegó relativamente a horario y sin contratiempos. Cabe aclarar que hay vacaciones escolares y por ende el tránsito es considerablemente menor a cualquier otro día del año. Llegamos a destino alrededor de las 7.45am donde afortunadamente me esperaba el segundo autobús. Justo es ahí donde comienza su recorrido y prácticamente me deja en la puerta del trabajo. En eso veo que el autobús esta estacionado y el chofer sentado en su cabina, acostado sobre el inmenso volante.
Estaba solo en la parada, se ve que había salido uno recientemente. Decidí entrar a la estación de trenes y buscar un diario. Empezó a hacer un poco de frió ya que esta parada queda debajo de la autopista y casi no da el sol. Me puse a leer las noticias del mundo: de que el guitarrista de los Rolling se había metido por la nariz los cenizas de su padre; de que British Airways perdía valijas por todo Europa; y de que Irán se sigue haciendo la loca con los marinos detenidos. Entre tanta bazofia, veo que la larva del chofer amaga a despertarse. Levantó su mirada, miró atentamente su reloj y continuó como si nada hubiese pasado.
Un rato mas tarde llega, al final de su recorrido, otro colectivo de la misma línea lleno de pasajeros. Le pregunto con la vista si es que partía pronto y me hace señas de que salía primero el de adelanto. Entonces me pare delante de la puerta, a esto la bella durmiente continuaba en lo suyo. Pasaron 5, 10, 15 minutos y nada. El chofer del segundo colectivo decide investigar a ver que era lo que acontecía.
Cuando llega a la parte delantera, no lo podía creer, golpeó la ventana y el chofer, ya descansado, se despertó. Ambos se sonrieron con complicidad y finalmente las puertas del colectivo se abrieron, eran las 8.10am.
Me senté en la parte de arriba, un aroma inmundo inundaba el autobús entero. Se ve que había sido utilizado como autobús de la noche y algún pasajero había despedido sus entrañas. De todas formas, luego de unos minutos uno como que se va acostumbrando al olor.
La historia no termina ahí, en el primer giro de una pequeña rotondita casi se traga un poste de luz. Yo estaba sentado en la primer fila de la parte de arriba y la verdad que lo vi demasiado cerca para mi gusto. Luego el chofer decidió parar en el medio de la calle, no una, sino dos veces a charlar con los autobuses que venían en dirección contraria.
Esta vez tampoco voy a escribir a la compañía de trasporte. Lo confieso: es por vago.