Londinense Wide Awake

Friday, July 28, 2006

Bar de machos

Era una noche templada, lo sé porque había llevado mi camperita verde militar que en realidad no abrigaba nada. Supuestamente era una réplica de la primera guerra mundial. Ni me quiero imaginar lo que debieron haber sufrido los soldados durante esos inviernos crudos interminables. Había quedado para salir con Isaac. Resulta que, la semana anterior, él había ido a un bar a la vuelta de su casa que tenía supuestamente muy mala reputación.
Éramos chicos, y bastante boludos, todavía no entendíamos de que se trataba la noche. Como que recién comenzábamos a experimentar en nuestras salidas y gustos. El tema era que nadie se animaba acompañarlo. En su pedido al grupo, al nombrar el barzucho ese, la lluvia de puaajs inundó nuestros oídos. No se si era por temor a lo desconocido o por un tema de gustos pero nadie estaba dispuesto a ir con Isaac. Así que, junté fuerzas y acepté. Fue así que bautizamos ese lugar como el “bar de machos”.

A Isaac lo conocía desde el primario y éramos muy amigos, después cada uno fue a diferentes secundarios y un poco se perdió la amistad. No obstante, nos veíamos seguido ya que vivíamos en el mismo barrio de la capital, bastante cheto por cierto, a unas ocho cuadras de distancia.

Esa noche quedamos en encontrarnos en la esquina de Juramento y Tronador para ir juntos al lugar. Si bien estaba dispuesto a ir, no era como para hacerme el canchero y entrar solo por mi cuenta.
La entrada al local costaba $5 pesos e incluía una consumición. Acostumbrados a pagar $10 o más, en los boliches fashion del momento, sin que te dieran las míseras gracias, pintaba un buen comienzo de la noche. La puerta de entrada era blanca y chiquita con una de esas cortinas protectoras de metal a medio cerrar. Una señora de unos 40 y pico de años sentada en una sillita de madera, apoyada en una mesa con su cajita de metal bien protegida, nos pregunta si teníamos 18 años. Asentimos con nuestras ilegales cabecitas y abonamos la entrada. Para mi sorpresa la consumición era una botella de de litro Quilmes, sin ninguna elección. Nada de agua, gaseosa o jugos tropicales. Birra derecho y pa' frente.

El lugar era como raro y totalmente inesperado. Había familias enteras: madres, padres, abuelos, hijos y nietos incluidos que recién terminaban de cenar. Los sifones de soda (se los tradicionales de vidrio y metal) medio vacíos todavía permanecían en las mesas al igual que las paneras madio vacias. Estaba oscuro pero logramos encontrar un lugar donde sentarnos entre la muchedumbre.

La idea del bar era la de promover bandas que recién empezaban. Darles un lugar donde tocar por primera vez. En una noche podías ver 3 o 4 cuatro grupos de diferentes calidades. La verdad es que luego de tomar un par de vasos de cerveza la calidad de la musica no importaba. Menos aún cuando el segundo litro costaba solamente $2! Ya el tercero ni me acuerdo…

De lo que si no me voy a olvidar, es de cuando el cantante de una de las bandas en el medio de una canción se puso a discutir con sus compañeros. No lo podíamos creer! En eso agarra, larga varios insultos por lo bajo y se retira con bastante calentura. El resto siguió tocando como si nada. Sonó un buen solo de guitarra haciendo de puente durante un rato pero el público seguía confundido. La seguidilla de acordes no daban para más y la necesidad de una voz era inminente. Fue cuando el cantante vino corriendo desde de bastidores y se lanzó al escenario con esa euforia propia de una futura estrella. Las madres, tías y abuelas, familiares de los músicos, y vecinas amigas ubicadas detrás de nuestra mesa, aplaudían con fervor y, al mismo tiempo con tranquilidad al darse cuenta de que todo era parte del show.

No sabría con exactitud en que momento nos retiramos. Camino a casa nos detuvimos en una esquina cerca de la casa de Isaac. Mantuvimos una charla propia de borrachos confesando nuestros secretos más vergonzosos. En mi turno le comenté que nunca había besado a una chica. Si quizás en esas fiestas con los estúpidos jueguitos de la botellita o el semáforo. También había robado un pico y por ahí un semi-beso a una chica de por ahí, pero lo que se dice besar no lo había hecho nunca. Esas pavadas no contaban en lo absoluto.
Entre lagrimas le comenté que más bien me dedicaba a patear la pelota y si bien moría por una compañera de curso por la cual estaba dispuesto a hacer cualquier cosa, por durante mucho tiempo, nunca nadie me había dado bola enserio. En el fondo creía que no le gustaba a las chicas.

Isaac con un par de años de experiencia encima, no exclusivamente en el tema de la bebida sino también con respecto a las mujeres, me tranquilizó diciendo que no me apresurara a nada y que la chica indicada iba a llegar a su debido tiempo. Me levanto del suelo como hace un amigo y con mucha calma me dijo: 'Los hombres feos existen, pero si yo puedo tranzarme a una chica, cualquiera puede'. Esa observación desato media docena de carcajadas, las cuales se perdieron en la oscuridad…

Nunca mas volvimos al “bar de machos” como tampoco volvimos a hablar de esa conversación que mantuvimos aquella noche. Con el tiempo dejamos de vernos con Isaac.
De vez en cuando me entero por algun chisme de barrio en que anda: "se hizo poeta; es gay; esta pelado;enseña inglés en el viejo colegio" y no se cuanta pavada más. Todavía tengo esa camperita verde militar colgada de una percha en mi ropero. Ideal para esas noches templadas en compañía de buenos amigos...

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